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22/02/2013 00:00

EL VATICANO: INTRIGAS...CHANTAJES...Y ESPERANZA

En tan solo unos segundos la renuncia del papa Benedicto XVI dio la vuelta al mundo. La noticia inesperada y sorprendente desconcertó no solo al mundo católico sino a todos por la falta de costumbre en dimisiones papales.

En un primer momento todos pensamos que la actitud del papa obedecía a causas que consideramos valientes y generosas, la de entregar el papado a alguien más joven que pudiese guiar con más firmeza la nave de la Iglesia. Nada más lejos de la realidad, pronto supimos-según la prensa italiana- que Benedicto XVI se ha visto obligado a renunciar obedeciendo a causas menos noble y despreciables. El contenido de un informe secreto elaborado por tres cardenales denunciando la existencia de una trama de corrupción, trafico de influencias, sexo e inmoralidad dentro del Estado Vaticano, han hecho temblar los cimientos de la Iglesia católica y han sido las verdaderas razones de tal renuncia.

Benedicto XVI, se ha sentido impotente para luchar contra una bien organizada red de chantajes sustentados en debilidades sexuales y codicias personales. Aprovechándose de estas redes unos podían trepar y elevarse dentro de la jerarquía vaticana, otros utilizaban su banca para beneficio propio y todos apoyándose en grupos de presión gay ordenaban y dirigían a su antojo a la Iglesia.

Quizás Benedicto XVI, tomase la decisión de renunciar pensando en la elección de un papa joven, y firme, capaz de llevar a cabo una operación de limpieza que acabe de una vez por toda con la inmoralidad y la depravación extendida en una parte importante del entramado de la Iglesia.

Con la esperanza puesta en que la fumata blanca nos anuncie la llegada de un nuevo papa, con la fuerza necesaria para poder construir una nueva iglesia más pobre en oro y más rica en entrega, mas interesada en quitar el hambre a quienes lo tienen y menos obsesionada en el lujo y la grandeza, más solidaria, mas preocupada en las necesidades de los más desprotegidos y más abierta a la realidad de la sociedad; una nueva iglesia en la que no tengan cabida un clero de soberbios, ambiciosos, retrógrados y de incumplidores de los principios que predican.

Manuel Sánchez Bracho